Primeramente debemos recordar que uno de los intereses que motivó a Hernán Cortés  y a sus huestes para adentrarse a tierras desconocidas pobladas por una diversidad de pueblos nativos dispuestos a guerrear para alejar a los extraños exploradores fue, sin duda, el deseo de encontrar riquezas dentro de estos nuevos territorios, especialmente oro o, en su defecto, tierras de cultivo e indígenas para tributar, pues tal como menciona Bernardo García Martínez, para los conquistadores “su mayor o menor participación les daba derecho, eventualmente, a un botín o un privilegio más o menos amplio”[1] .

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Asimismo las crónicas y testimonios de los conquistadores dejan ver claramente su ilusión de ser encaminados a “tierras ricas y gente que tuviese oro o plata, o perlas, u otras cualesquiera riquezas”[2], motivo por el cual, probablemente, uno de los primeros asentamientos fundados por los españoles en lo que sería conocida posteriormente como Nueva España fuera denominada la Villa Rica de la Vera Cruz, con lo cual vislumbraba que la empresa que estaba a punto de comenzar Hernán Cortés prometía dotar de una gran riqueza a la Corona de España, por lo cual los hechos justificarían la razón de haber desobedecido las órdenes del gobernador de Cuba Diego Velázquez de Cuéllar, al emprender una conquista que sería de gran beneficio al rey Carlos I, que para ese momento se encaminaba a disputar la corona del Sacro Imperio Romano Germánico.

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El paulatino avance de Hernán Cortés hacia el lugar conocido como Tenochtitlan fue confirmando que aquella ciudad poseía y guardaba una gran riqueza al tener sometidas a otras poblaciones, situación que fue aprovechada por el conquistador para entablar una alianza militar con los tlaxcaltecas, enemigos de los mexicas.

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El tlatoani Moctezuma II intentó convencer por medio de ofrendas enviadas a Hernán Cortés que no prosiguieran con su marcha hacia Tenochtitlan; sin embargo, cada ofrenda, que era acompañada con oro, despertaba más el interés por llegar a la mítica ciudad, la cual finalmente pudieron alcanzar y conocer quedando sorprendidos pues los españoles no habían visto nunca cosa similar. Pronto conocieron las riquezas que guardaba la ciudad, entre ellas el tesoro de Moctezuma que tal como refiere David Cuevas Góngora se había formado desde la época de Axayácatl[3].

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La campaña de Cortés tomó un giro inesperado cuando tuvo que partir a Veracruz a combatir las fuerzas enviadas por Diego Velázquez, dejando a cargo durante su ausencia a Pedro de Alvarado quien perpetró la matanza del Templo Mayor situación que detonó la guerra entre los conquistadores y los mexicas.

 

Hernán Cortés regresó para intentar apaciguar la situación; sin embargo, la muerte de Moctezuma derrumbó cualquier posibilidad de acuerdo. Españoles y tlaxcaltecas lograron salir de la ciudad, pero a un alto costo que incluyó vidas y la pérdida del inmenso botín que habían reunido durante su estadía en Tenochtitlan, hecho que dio paso a la historia del tesoro perdido de Moctezuma.

 

La conquista llegó a su fin el 13 de agosto de 1521, Tenochtitlan fue tomada y el último tlatoani mexica, Cuauhtémoc, fue hecho prisionero quien junto con Tetlepanquetzaltzin serían torturados para confesar la ubicación de todo el oro que se había perdido. Refiere Cuevas Góngora que a pesar de señalar el lugar en donde habían arrojado el oro no se pudo encontrar pieza alguna de valor[4].

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La búsqueda prosiguió por parte de los descendientes de los primeros conquistadores como fue el caso del hijo de Hernán Cortés, pero con los mismos resultados. Asimismo, otros particulares también se lanzaron a la búsqueda del tesoro perdido de Moctezuma, tal fue el caso que se registra en el fondo documental: Indios, vol. 2, exp. 721 que se resguarda en el Archivo General de la Nación, en el cual se hace mención que en el año 1583 Francisco Rayas solicitó un permiso para buscar un tesoro en el cerro de Chapultepec, argumentando que había pertenecido a Moctezuma. No se tiene el alcance de los resultados que tuvo aquella persona al no encontrar otros expedientes sobre el mismo asunto, no obstante, es notable que el famoso oro que se perdió durante la conquista generó dentro de la sociedad novohispana una de las principales historias de la Conquista.

 

Ésta no fue la única solicitud presentada para poder excavar y encontrar el mencionado botín, pues la historia del tesoro de Moctezuma despertó en los habitantes de la Nueva España un amplio interés por la búsqueda de tesoros, lo cual se puede observar a partir de la legislación que se estableció en la época del Virreinato sobre el tema de riquezas escondidas. Primeramente, el buscador de tesoros tenía que solicitar un permiso a la autoridad correspondiente que en el caso de la Nueva España era el virrey.

 

Una vez que se obtenía el permiso la persona tenía que realizar su tarea de acuerdo con lo que marcaba la ley primera del título 12 del libro VIII de las Leyes de Indias, la cual acordaba que los gastos correspondientes a la búsqueda del tesoro tenían que ser solventados por el solicitante, así como asumir los daños a terceros. En caso de confirmarse el hallazgo del tesoro las autoridades podían prestar ayuda y de ser necesario mandar a que otra persona más capacitada concluyera la tarea.

 

La exploración podía prolongarse, pero de no presentarse ningún avance o asegurar la existencia del tesoro el permiso podía ser revocado, como el caso de José Ginata quien en 1799 había obtenido un permiso para cavar en la zona del cuartel mayor número cuatro de la Ciudad de México, en lo que sería parte de la zona lacustre del norte de la ciudad de México entre la acequia de la Señora de Santa Ana y la de Peralvillo[5], por cerca de diez años realizó muchas excavaciones en aquel lugar pantanoso sin éxito, por lo cual en 1809 fue suspendido su permiso para continuar explorando[6].

 

Esta legislación sufriría cambios a raíz de las reformas borbónicas, ya que se estableció por la real orden del 4 de diciembre de 1786 que todo asunto sobre bienes vacantes o de dueño desconocido, lo que incluía los tesoros ocultos, tenía que ser atendido por los intendentes, quienes darían los permisos correspondientes, esto permite ver el control económico que había comenzado a implementar la Corona de España sobre sus colonias.

 

No todo aventurero que se lanzó a encontrar el mítico tesoro de Moctezuma procedió de acuerdo con la ley, probablemente, para evadir el pago del quinto real al Rey de España. En el fondo documental Inquisición se encuentran algunos incidentes que permiten conocer la historia de aquellas personas que sin dar aviso a las autoridades correspondientes buscaron tesoros ocultos; sin embargo, terminaron en el tribunal de la Inquisición por hacer uso de supersticiones para hallar riquezas ocultas.

 

Entre los casos podemos mencionar a los que utilizaron varillas como herramienta de búsqueda, como fue la manera de actuar de D. Juan del Castillo quien, junto con otros individuos, fue acusado de hacer uso de la supersticiosa practica para descubrir tesoros[7], la cual se había desarrollado desde tiempos atrás en Europa originalmente vinculada a la búsqueda de agua a través del método zahorí que durante la Edad Media fue proscrito por la Inquisición al señalar que los zahoríes utilizaban un método de adivinación y hechicería. Asimismo esta técnica se comenzó a emplear para buscar tesoros lo que sería denominado en el siglo XVIII como radiestesia, actividad pseudocientífica la cual sostenía que con unas varillas se podía captar ciertas radiaciones emitidas por el oro.

 

Se dieron otros casos en donde para buscar el tesoro perdido de Moctezuma, se utilizaron métodos pertenecientes a creencias indígenas, tal fue la causa criminal contra Isabel de Ovejo que en 1652 fue presentada en el tribunal de la Inquisición por hacer tomar peyote a una indígena para descubrir el mencionado tesoro.

 

El caso señala que la acusada había sido informada por su comadre sobre la ubicación de un tesoro que había permanecido enterrado desde la época de Moctezuma en una cañada cercana al pueblo de Querétaro, confesó que ante la situación de pobreza y endeudamiento en que vivía, había decido ir a buscarlo, como no encontró nada fue a ver una india llamada Agustina la cual tomaba el peyote para descubrir cosas perdidas.

Isabel de Ovejo solicitó la ayuda de la indígena quien accedió por el pago anticipado de tres pesos. La acusada menciona que después de haber realizado el acuerdo pasaron quince días sin recibir respuesta alguna, sin embargo, desistió de buscarla tras conocer que el peyote y otras hierbas eran causa de excomunión, lo cual provocó que el pecado carcomiera su conciencia, lo que la llevó a confesarse con el padre de la iglesia de San Francisco, Querétaro, quien la mandó a marchar a la Ciudad de México y entregarse al tribunal de la Inquisición, quedando registrado su juicio en el fondo documental Inquisición, vol. 461, exp. 22.

 

Este caso como otros tantos dan cuenta de la expectativa que causo poder encontrar el tesoro perdido de Moctezuma, siendo los documentos del AGN testimonio de esa búsqueda, que sin duda involucró cuestiones legales, económicas y culturales que permiten conocer más sobre la época virreinal.

[1] GARCÍA MARTÍNEZ Bernardo, “La creación de la Nueva España” en, COSÍO VILLEGAS Daniel y otros.  Historia general de México. México, El Colegió de México, 2000, p. 237.

[2] DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal.  Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. España: Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, 2011, p. 9.

[3] CUEVAS GÓNGORA, David. El tesoro perdido de “Moctezuma”. BAETICA. Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, [S.l.], n. 33, mayo 2015. ISSN 0212-5099, p.284. Disponible en: https://bit.ly/2MdDUth

[4] Op. cit. 292.

[5] Ordenanza de la división de México en cuarteles, creación de alcaldes de Barrio y reglas de su gobierno. Archivo General de la Nación, Bandos, vol. 12, exp. 36, f. 112.

[6] AGN, General de parte, caja 5918, exp.30, f.1 v.

[7] AGN, Inquisición, vol. 849, exp.1, fojas 224-226.